“El propio amo de esto es el Orinoco. Nosotros somos los que le quitamos tierra a él pa’ nosotros trabajar”. Son éstas, palabras de Jesús Ojeda, uno de los hombres y mujeres que llevan toda la vida sembrando en las tierras que el “Padre río” les da y les quita.

31 ene 2010

Músico, ebanista y veguero



La imagen de hombre duro y huraño que tiene en Las Bonitas, José Anencio Carrizo Iruiz, se disipa cuando habla de su vida como músico, ebanista y veguero. Sin mucho esfuerzo imprime a sus palabras jocosidad y energía.

Desde hace varios años convive con la soledad. Pese a que en ocasiones recibe la visita de algún hijo, las horas se le van entre su taller de carpintería y los paseos o inspecciones que realiza a lo que considera su gran territorio: la vega –ubicada una considerable parte cerca de su casa, un inmenso patio adyacente al río–, a fin de asegurarse que no haya intrusos o personas interesadas en causarle problemas.

Casi retirado de la actividad agrícola, debido a constantes decepciones por créditos que nunca recibió y por cosechas perdidas, alienta sin embargo la ilusión de “sembrar el próximo año”.
“Bueno, voy a ver –dice José Anencio Carrizo– porque si yo puedo dedicarme a mi trabajo de aquí, porque el asunto es el sol, que yo estoy casi que no puedo llevar sol, y usted sabe, pa′ uno trabajar en la vega tiene que llevar sol. ¿Adónde se va a meter? Ahí no hay palo en esa vega. Pienso sembrar un rolito de tierra este otro año, si Dios quiere y la Virgen, según como me salga la tierra. Este año sí es verdad que va a salir limpiecita, fácil pa′ acomodarla toda la tierra”.

También está convencido que el trabajo en la vega es duro. De ahí que recalca que “eso no es pa′ todo el mundo tampoco. Por eso es que muchos se dedican más bien a pescar y no a trabajar en la vega. Eso es duro. Eso es pa′ hombres, eso no es pa′ mamadera de gallo. Sí, yo que le digo, yo sé lo que es ese trabajo. Yo estoy acostumbrado”.

Admite que no le ha gustado la pesca. “No, no me gusta ese empleo. No. Eso sí es verdad que no me gusta a mí. Ni con anzuelo así aislado. No, no me ha gustado nunca ese trabajo. Yo me como un pescado si me lo dan, tome, lléveselo. No, no sé cómo se pesca pescado, porque es que no me gusta ese empleo y yo no tengo tiempo pa′ eso tampoco, porque mi trabajo no es para andar por ahí perdiendo el tiempo pescando. Yo mi trabajo al que yo me dedico es mi trabajo de carpintería, o a otro que tenga que hacer. Ese es el trabajo mío”.

Y más que carpintero, José Anencio Carrizo se anuncia un ebanista capaz de hacer cualquier instrumento musical “que reviente, de todo, de toda clase: violín, bandolín, cuatro, arpa. Antier hice un cuatro bien bueno y vino un muchacho y se lo llevó antenoche. Bonito que me quedó el cuatro y bien bueno. Y un arpa, con madera fina no sale ronca, sale clarita, especial, arpa buena, yo que le digo que yo le hago un arpa a usted y queda como si fuese hecha del Apure, de la fábrica del Apure, que la he hecho”.

Su talento musical igual le permite arrancarle melodías a la bandolina, al acordeón y a la guitarra. “Toco guitarra grande –enfatiza– y la hago también. La hago y la toco yo mismo. Orita tengo una que voy a ver si pasado mañana la armo, pa′ hacerla, una guitarra grande. Hago arpas pero no las toco. No me gusta. Bueno, pa′ que usted vea, no me gustó porque era muy grande, tenía muchas cuerdas y la hago, pero no me gustó la música de arpa. No sé nada, ni afinarla, el hermano mío sí medio la toca”.

Músico, ebanista y veguero, quizás cada vez menos veguero, José Anencio Carrizo Iruiz se sincera: “No, yo por más que sea, le voy a ser franco, prefiero más bien mi carpintería que la vega. ¿Qué dice usted? La vega es pa′ uno matarse así como le estoy diciendo y aquí en mi trabajo estoy en la sombra, no llevo sol, y de todas maneras estoy trabajando en mi trabajo. Puede que uno tumbe un rolito de una vega de esa como pa′ sembrar una hectárea, dos hectáreas de tierra de grano como pa′ el grano de la casa de uno, que eso le da a uno, uno tumba dos hectáreas y mire, eso le da a uno pa′ vender no mil kilos, hasta cinco mil kilos de frijol, porque carga”.

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